Las líneas de Nazca son mundialmente famosas gracias a sus complejos dibujos que sólo pueden apreciarse desde el aire. Durante décadas, los investigadores han desarrollado una amplia variedad de hipótesis sobre su origen y utilidad.
En la misma zona de Perú existe también una extraña franja de agujeros, que aunque mucho menos conocida que las mencionadas líneas, también intriga a los especialistas.
La franja, ubicada
en el valle de Pisco, está compuesta por 6900 huecos tallados en
piedra, de entre 50 centímetros y 2 metros de profundidad. Distribuidos a distancias que oscilan entre los 14 y los 21 metros, bordean el valle hasta el comienzo de la montaña.
Los
extraños agujeros fueron descubiertos en 1933 por el explorador Robert
Shippee, y desde entonces han suscitado un profundo debate en la
comunidad arqueológica.
Mientras algunos
sostienen que las estructuras fueron creadas para acopiar materias
primas que luego eran distribuidas en el vasto imperio Inca, otros creen
que podría tratarse de un complejo sistema de señalización, o tumbas
reservadas para la nobleza preincaica. Hay quienes defienden incluso la
hipótesis extraterrestre.
Lo cierto es que, casi noventa años después de su hallazgo, y tras numerosas investigaciones llevadas a cabo en el territorio, no existe aún consenso científico sobre quienes desarrollaron semejante prodigio arquitectónico, ni por qué razón.
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