La madre de la joven Marta pasó 
mucho tiempo pidiéndole ayuda a la Iglesia para lograr salvar a su hija 
de la posesión del demonio, pero nadie estuvo dispuesto a ayudarla. El
 padre Antonio Fortea fue quien aceptó el desafío de realizar uno de los
 exorcismos más importantes y aterradores da la historia. 
En 2001, Marta, a quien se le dio un nombre ficticio para cuidar su identidad, ingresó al hospital por sufrir fuertes dolores, pérdida de la visión y convulsiones, mientras gritaba sin parar. Tras
 doce días de internación fue dada de alta, pero ella comenzó a tener un
 comportamiento agresivo hasta que sucedió un hecho que dejó sin habla a
 su madre: Marta comenzó a sacudir su cabeza y la butaca en la que 
estaba sentada se elevó unos 20 centímetros. 
Tras
 una intensa búsqueda e interminables pedidos de ayuda, la madre 
consiguió que Fortea, de la diócesis de la ciudad de Alcalá de Henares, 
en Madrid, aceptara el reto. El 23 de marzo del 2002 comenzó el trabajo del padre, quien pudo relatar el aterrador y doloroso proceso de curación de Marta. En una de las primeras sesiones, el
 sacerdote pudo descubrir que el demonio entró a su cuerpo a través de 
una mujer, quien fue identificada como una compañera de colegio de 
Marta. Esta había invocado a Satán con el objetivo de destruir a la 
joven de tan solo 16 años. 
De acuerdo al relato de Fortea, su
 cuerpo fue poseído por siete demonios. Él se deshizo de seis de ellos a
 lo largo de distintas sesiones, aunque el último en combatir, llamado 
Zabulón, confesó al sacerdote que se hacía presente para que quienes lo 
vieran comprobaran la existencia de Satán. Fortea registró la evolución de Marta desde 2002 hasta 2004 y luego la dio por curada en 2008, tal como explicó en una conferencia en México. Este caso no solo fue documentado, sino que fue validado por el Vaticano, lo que lo hace aún más aterrador.

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