Hace pocos días el jefe de proyectos de SETI (instituto que se dedica a la búsqueda de inteligencia extraterrestre) advirtió que si no habíamos contactado aún con civilizaciones fuera de la Tierra era por falta de voluntad política. ¿Es posible que la voluntad de una o un grupo de personas retrase o acelere el curso de la Historia? Es posible, al menos cuando entre esas personas se encuentran mentes brillantes como la del gran inventor y científico Nikola Tesla.
Hace más de cien años, durante la primera década del siglo XX, Tesla
presentó un requerimiento para patentar una peculiar aeronave, que él
llamaba “el primer platillo volador del mundo”, ya que empleaba métodos
que coincidían con las descripciones de quienes decían haber visto un
OVNI por dentro: tenía un capacitor discoidal con suficiente tamaño como
para que su empuje le permitiera volar, mientras otros pequeños
capacitores permitirían controlar la dirección, a lo que agregaba un
sistema de estabilización y control giroscópico de accionamiento
eléctrico.
Esto no es todo: el interior de la nave estaba equipado con pantallas
planas de vídeo y cámaras externas para los puntos ciegos de los
pilotos.
¿Qué sucedió con este invento? ¿Por qué no estamos volando por el
espacio desde hace décadas, montados en la genialidad de Tesla? Si bien
la patente fue concedida, el OVNI (o más bien OVI, ya que había sido
identificado por la insaciable imaginación de Tesla) tuvo un
inconveniente: dado que no llevaba su fuente de energía sino que debía
ser energizado por las torres de transmisión inalámbrica (fuentes de la
“energía libre”), cuando la falta de financiación hizo que se abandonara
el desarrollo de las torres, la nave también cayó en desgracia, y nunca
llegó a fabricarse. ¿Nunca? En realidad no puede saberse, ya que el
servicio secreto de EE. UU. se apoderó de todas las patentes de Tesla
luego de su muerte "por razones de seguridad nacional". La idea del gran
inventor tenía, como muchos de sus inventos, el objetivo de contribuir a
la paz mundial liberando el acceso a la energía. No obstante, los
gobiernos y financistas de la época no acompañaron el avance de su
mente; años más tarde, sus modelos y proyectos tecnológicos fueron
utilizados por los nazis, y ahora sus ingenios estarían en poder del
servicio secreto de una potencia mundial. Una verdadera paradoja sobre
esas mentes que pueden acelerar el ritmo de la Historia, y los poderes
que pueden retrasarla.
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