El enigma de la isla de Pascua


Descubierta el Domingo de Pascua de 1722, situada a 3250 kilómetros al occidente de las costas de Chile, hace parte del territorio soberano de este país.
Sus primeros habitantes llegaron unos 450 años d.C., procedentes de las islas de la Polinesia. Durante 1000 años esculpieron en la cantera de roca cercana al cráter uno de sus volcanes, aproximadamente 900 esculturas que al parecer fueron construidas en honor de sus jefes muertos. Del sitio en que fueron esculpidas hasta su ubicación actual existe una considerable distancia y si consideramos que en la isla no existen rastros de la forma en que fueron transportadas, surge una pregunta, ¿cómo llegaron hasta allí?

La incógnita la aclaró en 1956 Thor Heyerdhal explorador noruego al encontrar numerosos vestigios de madera quemada, lo cual demostraba la existencia de tupidos bosques los mismos que fueron talados para labores agrícolas y transportar en trineos las estatuas. La técnica de tala y quema diezmó el bosque causando una aguda sequía y erosionando los terrenos de tal forma que la madera escaseó a tal punto que un pueblo de origen navegante quedó aislado por falta del material que le permitía construir su medio de transporte.
La isla de Pascua, de nombre indígena Rapa Nui, es uno de los lugares más remotos de la Tierra, distante 3.700 km de la costa americana. En su interior se guarda uno de los misterios más asombrosos, el de las grandes estatuas llamadas moai.

Hechos de toba volcánica, los moai, de los que se conocen cerca de 900, tienen una altura media de 5 m y 14 toneladas de peso, aunque el mayor pesa 80 toneladas. Su función debió ser ritual, pudiendo representar a antepasados importantes. Levantados alrededor de los siglos XII al XVII, varios moai se colocaban sobre plataformas llamadas ahu.
Los ahu constaban de un muro trasero reforzado, otro delantero de retención y una rampa. La estatua, con su pukao o tocado, apoyaba sobre una losa y un relleno de escombros. En el interior del ahu podía haber una cámara funeraria.
La construcción de un moai era sencilla. Primero delineado en la roca, era después tallado, dejando una quilla en su espalda que lo mantenía unido a la roca. Acabado el trabajo, se rompía la quilla y se dejaba deslizar ladera abajo hasta un foso, en el que se labraba su espalda.
Pero el gran misterio es cómo pudieron ser transportadas estas inmensas moles desde el lugar en el que fueron talladas, la cantera de Rano Raraku, hasta sus emplazamientos en el litoral, sin la ayuda de animales de carga. El investigador Thor Heyerdahl propuso que el moai era transportado sobre un trineo, que se deslizaría gracias a lubricantes vegetales. Mulloy sugirió la ayuda de dos grandes postes unidos en V y un trineo curvo, moviendo la estatua gracias al balanceo.
Pavel dice que pudieron moverse en vertical, inclinado hacia un costado y luego balanceado hacia adelante. Un trineo de troncos sobre rollos de madera es la hipótesis sugerida por Love. Finalmente, Van Tilburg sugirió que las estatuas debieron recostarse sobre un trineo, que avanzaría a su vez sobre rollos de madera. Probablemente este misterio, como el del fin de la cultura pascuense, nunca nos será desvelado.

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