El 14 de mayo 1963 se vivió como un gran día por parte de los
entusiastas de las carreras de coches japoneses. El Gran Premio de
Japón, el primero que se disputaba tras la guerra, se disputaba en el
corto y ultra-moderno circuito de Suzuka, en Nagoya.
El favorito, Masao Asano, pilotaba un Austin-Healey blanco con el
número 42. La elección de este número había sorprendido a todos, ya que,
en Japón, se debe evitar a toda costa. El número árabe 42 se traduce
como “shi ni“, que se asemeja a la palabra “Shingu” (morir). Pero el conductor no cree en “viejas supersticiones“. Se ríe de lo que él considera una vieja superstición ridícula.
Al final de la primera vuelta, Asano toma la delantera. Pero a medida
que se acerca la última curva a más de 200 km/h, pierde el control de
su Austin-Healey. El coche rebota en la pista rompiendo sus puertas de
seguridad, y termina inevitablemente su recorrido en el fondo de un
barranco. El piloto fallece tres meses después en el hospital. Unas
semanas más tarde, la Asociación de Automóviles, que rige todo el
automovilismo en el país, decidió prohibir el Nº42 .
Un año más tarde, 150.000 espectadores invadieron el circuito de
Suzuka para el segundo Gran Premio de Japón, que tuvo un éxito aún más
grande que el primero. La clasificación de los coches aún no se confiaba
a la electrónica. Pregoneros colocados a lo largo de la pista
pregonaban los números cuando observaban que los coches pasaban. Dos
equipos de observadores se colocan en la torre de control para comprobar
el orden de los coches y evitar errores en la clasificación final.
Durante la carrera, el tamaño de la pista no permite a los jueces
tiempo para pensar. Ellos simplemente gritan los números de los coches
cuando los ven pasar. Sin embargo, cuando desde la torre de control
comparan las notas se se encuentran con que el número 42 ha dado ocho
vueltas. Nadie podía decir cuál era ese coche ni quién era su conductor.
¿Era Masao Asano disputando su última carrera a bordo de su coche fantasma?...
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